En la mañana, llegada la hora de iniciar la faena del nuevo día, se supone que todos deberíamos abandonar la cama. Pero, a veces, algunos de mis hermanos se quedaban dormidos. En tal ocasión, solía decirnos mamá: “El que despierte primero, tiene la obligación de ir a la cocina y colar el café, para que su aroma despierte a los demás”. ¡Ese debe ser el propósito de cada ser despierto y, por supuesto, lo que pretende este libro! SINOPSIS: El autor es víctima de una profunda depresión, la cual, de manera recurrente, reaparece en su vida como consecuencia de un gran vacío existencial. En uno de esos momentos donde para él la vida pierde todo sentido, la depresión contraataca, con la intención de empujarlo por el precipicio del suicidio. Pero, en un encuentro casi místico con el café, logra despertar y comenzar una nueva relación con la vida; esta vez encuentra razones para vivir, más allá de toda lógica, en su propio corazón. Es así como decide establecer allí su propio estado de bienestar individual. Una vez superada la depresión, se embarca en un viaje hacia el mar de su interior tras la búsqueda de los culpables de su vacío existencial. Allí logra encontrar, según él, a los "Tres Pulpos" responsables de drenarle la energía y el sentido de su vida: [La Educación, la Cultura y la Religión] Acompaña a Miguel Braho en este extraordinario viaje hacia tu interior, quizás estos tres pulpos también tengan alguna cuenta que arreglar contigo. INTRODUCCIÓN AL PRIMER CAPÍTULO: Si hubiese puesto a colar el café tres minutos más tarde, tal vez no habría ninguna historia que contar o quizás a estas horas yo mismo fuera parte de otra historia. Aquella mañana quedó grabada en mi memoria, como la mañana de mi despertar. La mañana que entendí la respuesta, cuando dejé de preguntar. La mañana que cesó la necesidad de defenderme, cuando renuncié a juzgarme. La mañana que me liberé de todos mis prejuicios y creencias, cuando decidí soltar. La mañana que, finalmente encontré, cuando dejé de buscar. No sé cuántas veces en mi tiempo de vida, mis manos habrían sostenido una taza de café, un libro, una guitarra y un cuchillo. Quizás miles, pero jamás con la intención de aquella mañana. Esa mañana desperté sobresaltado y con la angustia a punto de parir. Allí estaba yo, como todos los días, parado en la ventana con mi alma vacía. Cargando un baúl lleno de viejas preguntas aún sin responder. Había contemplado el tercer mundo desde mi ventana en tantas ocasiones, que ya ni lo veía. Todo se había vuelto monótono e insípido. La gente, los libros, las canciones, los perros, los árboles, la vida; todo lo percibía como grises y escuálidos fantasmas. Tanto fuera como en la casa, nada tenía sentido.